El sector de medios digitales experimenta actualmente cambios fundamentales, y en este año ya está evolucionando la forma en que consumimos contenidos: cada día que pasa nos volvemos más dependientes de internet.
Este hecho tendrá como consecuencia el aumento en forma desmesurada de la presión sobre la infraestructura de redes, y será necesario ocuparse de este asunto urgentemente.
Una reciente investigación de Ofcom destacó que en promedio un adulto mira 244 minutos de TV por día, pero solo consume 26 minutos de contenidos en tablets. Si solo un pequeño porcentaje de esos 244 minutos se consumiera mediante servicios IP, ya sea a través de TV o cualquier dispositivo móvil, supondría una importante presión adicional sobre las redes de telecomunicaciones. Y debe sumarse también la tendencia creciente entre las empresas de migrar aplicaciones a la nube, el contenido 4k/HDR/8k y el surgimiento del Internet de las Cosas y la tecnología ponible (wearables).
Si consideramos un mercado algo más maduro como el de Estados Unidos, casi el 35% de su tráfico de descarga por internet viene de una sola empresa: Netflix. Esta compañía genera dos veces y medio el tráfico de YouTube, lo cual es bastante sorprendente si consideramos que este último está aún en fase de crecimiento.
Internet es hoy, a todos los efectos, una red de vídeos; sin embargo, nunca fue concebido de esa forma. Las presiones que enfrenta la conectividad contrastan con la transmisión de la TV, confiable, de alta calidad y sin fallos que los consumidores han disfrutado durante los últimos 30 años.
Actualmente, somos bastante tolerantes (sin tener en cuenta la ocasional bronca con el router) con respecto a la banda ancha o al buffering en relación a páginas web. ¿Pero somos igual de tolerantes cuando estamos viendo nuestra serie favorita a través de IP y comienza a tener saltos o interrumpirse? La optimización de la red, el peering y los desarrollos en compresión como es HEVC ayudarán; pero se necesita una revisión de la infraestructura en su conjunto.
Al final, veremos en los próximos dos años un aumento de interrupciones en el servicio como consecuencia de la creciente presión que enfrentará la red. Ojalá que esto no ocurra, aunque la forma en que consumimos contenido hoy en día implica que debemos prestar más atención a toda la infraestructura de conectividad, desde las empresas (y dónde y cómo despliegan sus aplicaciones) hasta las redes (incluyendo cómo están financiadas), las distribuidoras de contenido (CDN), los centros de datos y los routers en nuestras casas.
Internet no fue diseñada para distribución de vídeo y TV, y sin embargo es cada vez más una red de vídeo. Ingresamos en un mundo lleno de contenidos y siempre conectado por IP, y es necesario considerar cuanto antes cómo encarar la infraestructura y la conectividad, o como consumidores tendremos que reajustar nuestras expectativas.