No se trata de la sinopsis de un próximo best seller de ciencia ficción, sino que es la realidad de un futuro a cinco o diez años como máximo, vislumbrada por uno de los padres de internet, el prestigioso Leonard Kleinrock, quien ha viajado hasta España para recibir el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y la Comunicación.
Kleinrock aportó al internet actual una forma de organizar el tráfico de datos fragmentando la información entre todos los canales disponibles. Este afán por ordenar entornos tan caóticos como lo es internet choca precisamente con la realidad que él teme que llegue en poco tiempo.
En el lado positivo está su visión del avance de internet, al que equipara con la electricidad, como un ente invisible que nos rodeará y se encontrará presente en todos lados, en las calles y en las paredes, en los coches, en las personas, ¡en nuestras propias uñas! Pese a su convencimiento de que esta será la evolución de este mundo virtual, todavía quedan obstáculos de desarrollo que superar. Por ejemplo, o hay que prescindir de las baterías o lograr que ofrezcan energía de forma constante, sin interrupción alguna. También será necesario deshacerse de la molestia de tener que bajar una aplicación para utilizarla, ya que deberíamos poder hacer estas funciones en todo momento con tan sólo acceder a ellas. Además, debería desarrollarse la inteligencia de los sistemas informáticos y eliminar accesorios de interacción obligatorios como el teclado, con el fin de que con un gesto o movimiento se active una acción.
Las posibilidades son infinitas en un futuro donde todos estos problemas estén solucionados. Pero Kleinrock reconoce a sus entrevistadores un problema incipiente. Al crear internet no se pensó ni en limitar su uso ni en el hecho de que pudiera crear tanto acciones como agentes desde un punto de vista negativo, malvado o delictivo.
Según él conceptos como el spam, el phishing, los virus o incluso el ciberterrorismo eran imposibles de imaginar y hoy en día no son imparables pero suponen un gasto y una preocupación constante para todos los estados del mundo. Lo más chocante es que podrían haberse evitado desde el principio si el concepto de internet hubiera sido otro, pero al no pensar en que podrían existir estos problemas no se previnieron.
Las soluciones actuales ni gustan ni son fáciles de hacer. Segregar el acceso va en contra de la naturaleza de compartir de la Red, mientras que trocear a un nivel más individual el trasvase de información resulta demasiado complejo.
El futuro, por tanto, se ve un tanto oscuro con estos agentes cada vez más peligrosos y de una propagación más rápida y eficaz. Kleinrock asegura que está preocupado y que el internet del futuro será seguramente mucho más peligroso que el actual, en el que ya es posible incluso dejar ciudades enteras sin conexión y crear un caos indescriptible. Pese a todo, la fascinación por lo que nos deparará el futuro en este entorno no decae ni para él ni para la mayoría de los usuarios.