Internet de las Cosas (I): 3 áreas a mejorar para que sea realidad

9 Noviembre 2015

 

es_smart-home_picture

 

El concepto de Internet de las Cosas (IoT) está ligado a la estrategia comercial basada en Big Data, es decir, la utilización de información a nivel masivo que busca una rentabilidad comercial de dichos datos.

Con el Internet de las Cosas se podrá conectar un gran número de dispositivos y objetos cotidianos de forma digital. Ofrecerán información detallada para los usuarios: por ejemplo, desde que una nevera tenga agotada la leche hasta dónde se han quedado olvidadas las llaves del coche. Esta información quedará almacenada para que luego pueda accederse y aprovecharse de forma efectiva.

A nivel empresarial y comercial, esto es aplicable a muchos ámbitos. Un cliente en una tienda especializada puede obtener toda la información que necesita para decidir si adquiere o no el producto. Y en el lado de la empresa, es posible conocer qué interesa al cliente potencial, por qué escoge uno u otro producto. En definitiva, cómo se puede rentabilizar su visita a la tienda y que se traduzca en una venta de nuestros productos o servicios.

La teoría es, por tanto, sumamente atractiva para las empresas que desean conocer el mayor número de inquietudes e intereses de sus clientes o visitantes, con el fin de poder ofrecer de forma competitiva y atractiva aquello que es el objeto de su comercialización. Sin embargo, como en la mayoría de estrategias tecnológicas a medio plazo, antes será necesaria una inversión considerable para que este entorno casi futurista del Internet de las Cosas sea válido y aprovechable.

¿Dónde debería enfocarse esa inversión?

Distinguimos 3 áreas principales en las que es útil esta inversión o mejora a medio plazo. Son las siguientes:

1. Almacenamiento de la información

Cuando hablamos de almacenamiento de la información nos enfrentamos a distintos aspectos. Por un lado, obviamente, el espacio disponible para que toda esta información pueda tener cabida. Hablamos de servidores más grandes, más preparados y de mayor calidad y capacidad.

Pero además también debemos enfocar cómo almacenar la información en tiempo real, lo que implica una conectividad entre la información extraída del objeto cotidiano y el servidor final donde se almacena, con una mayor banda ancha que la utilizada actualmente.

Por otro lado, está encima de la mesa la necesidad de mantener de forma estable estos servidores que van a acoger tal cantidad de información. Los sistemas de refrigeración, ventilación, seguridad y back-up son aspectos que continuarán desarrollándose para asegurar que el IoT es una realidad aprovechable.

2. Privacidad de la información

Cuando una empresa adquiere la información personal de sus usuarios o clientes, debe dividirla en función del nivel de privacidad requerido. Lo que puede parecer a primera vista algo inocente como un libro, podría implicar aspectos privados de la persona como sus creencias, su postura política, su sexualidad o la presencia de disfunciones psicológicas o físicas de las que se está informando.

Que esta información sea recogida y, en los casos en los que sea posible, aprovechada de forma práctica por la empresa, debe garantizar una privacidad completa al usuario, que debe saber que su información no será expuesta ni aprovechada con fines que podrían perjudicarle. El debate en este sentido se ha iniciado y perdurará por mucho tiempo. Son las empresas las que de forma práctica deben garantizar dicha privacidad de la información así como un uso ético y responsable de la misma.

3. Seguridad a todos los niveles

La seguridad será el aspecto más valorado por los usuarios cuando quieran aceptar el IoT como parte de sus vidas. Y las empresas que garanticen la mayor seguridad serán las escogidas para aprovechar sus infraestructuras y conectividad.

La exposición de información puede ser utilizada en casi cualquier nivel, desde conocer la cantidad de personas ausentes en un domicilio hasta la combinación de apertura y/o arranque de un vehículo. Todo lo registrado en IoT debe ofrecer una seguridad completa. Esto supone una inversión importante por parte de las empresas para que en cualquier momento el acceso a la información esté controlado, supervisado y vigilado para evitar incidencias.